La política de lo cotidiano: historias, audiencias amplias y una reputación nacional que cambia en las redes
Nos acostumbraron a mirar a Cuba como si cupiera en una postal: autos antiguos, fachadas de colores, ron, tabaco, música a toda hora. Y, sin embargo, la última década de emigración —jóvenes que se fueron a Europa, a Estados Unidos y a media América Latina— trajo algo más que remesas. Trajo voces. Creadores que explican la isla desde sus historias de vida y se la ofrecen a quien quiera mirarla sin filtros. No todos polemizan ni militan; hacen política cuando muestran las cosas tal cual son.
Entre muchos otros, ahí están Anita Mateu, desde Galicia, Anita con swing, primero en España y hoy en EE.UU., o Frank Camallerys, en España. Ellos no se conforman con hablarle al público cubano: saltan a audiencias hispanas y conversan con diásporas diversas. En algunos de sus reels y videos hablan de apagones y el “resolver cubano” del día a día. Su enfoque desintermedia la mirada extranjera que por muchos años ha contemplado a Cuba desde el exotismo o como aquella isla idílica “congelada en el tiempo”. La reemplaza por una imagen humana, una en la que caben ingenio y creatividad, sí, pero también crisis, dolor y frustración.
No es neutral decir cuánto cuesta un litro de aceite o contar cómo se organiza una familia para sortear un corte de luz. Tampoco lo es recomendar servicios para enviar dinero o comida a la isla, ni mostrar los preparativos de un viaje: medicamentos, alimentos, regalos, maletas enormes. Y no es neutro hablar del nudo en la garganta al volver, la tristeza y felicidad mezcladas en el mismo aeropuerto. La microcrónica doméstica tiene potencia política porque, lejos de la consigna, invita a empatizar antes que a etiquetar.
El gobierno cubano apuesta por la épica —soberanía, misiones, logros—. Pero el poder blando hoy también se disputa con estos micro-relatos que a veces consiguen millones de reproducciones. Frank Camallerys lo prueba. El influencer puede saltar de un clip ligero reseñado por Huffpost a un mensaje frontal tras el colapso energético nacional del 17 de octubre de 2024.
HuffPost España habló de aquel video de Frank “Un cubano enseña lo que ha hecho su compañero de piso con la pasta de dientes y se queda pasmado” porque se volvió viral. En tono jocoso, él dice: “uno emigra a España para suplir esas carencias y no vivir de lo mismo”. Y cuando el país se queda a oscuras, el mismo creador señala responsabilidades y habla por los que no pueden hacerlo. Cuando un video alcanza 21,7 mil “likes” y 951 mil vistas, y recoge reacciones de Colombia, Venezuela y otros países, la anécdota mínima deja de ser un apunte doméstico. Son gestos distintos, con alcances distintos, pero ambos desgastan “la Cuba de la postal”.
No es solo Frank. Dina Stars, residente en España, también apareció el 13 de julio de 2021 en el diario español 20minutos por su transmisión en vivo durante las protestas del 11J y por su detención en directo mientras hablaba con el programa “Todo es mentira”. Como la suya, cada vez más historias que antes quedaban en un chat de familia hoy se transmiten en tiempo real y se registran en plataformas y medios.
Muchos creadores de contenido de dentro y fuera de la isla evitan denunciar de forma explícita por miedo a exponerse o por proteger a sus familias. Aun así, el efecto persiste, casi todo sucede en redes y la confianza no reposa en folletos institucionales ni en clichés turísticos, sino en personas fieles a sus comunidades digitales que viven o han vivido lo que cuentan. Por eso el seguimiento a estos creadores no es un capricho, sino un atajo confiable para entender qué pasa en Cuba.
Un clip salta de TikTok a YouTube, luego a la prensa digital y vuelve a las redes, se recorta, se comparte, se debate. La anécdota mínima se convierte en señal para audiencias que necesitan contexto. Y esa señal, repetida con reiteración, mueve la aguja de la imagen internacional de Cuba.
Puede que a algunos les moleste que lo “no político” se haya vuelto un modo de hacer política; que un directo, un reel, un paseo grabado desde el móvil pese más que un eslogan. Pero la realidad tiene esa costumbre de abrirse paso. No hace falta proclamar nada. Basta con mostrar. Y hoy lo que se muestra ya está cambiando el relato.
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